Mi trabajo en los muros, medio y fin, donde aprendí a pintar, discurre paralelo a mi crecimiento vital. Después de una etapa más reivindicativa, pero sin renunciar a la belleza, he ido aterrizando más en lo emocional, en lo personal -que dicen también es político-, en lo que pasa entre las paredes del cuerpo.
Salpicado de la luz del Mediterráneo, encalo los muros modelándolos hasta convertirlos en cuerpos, torsos la mayoría, que pelean, sufren, arden, abrazan y curan, como el escenario de todo lo que puede acontecerle al alma humana.